martes, 16 de abril de 2013

Semana 6

Hola Luciérnagas :) Aquí estamos una semana mas:

Esta vez no traigo un corto, sino algo completamente diferente. Hace unos días, nos mandaron en clase escribir un relato corto y la verdad es que lo que salio no era precisamente lo que esperaba. Mi mente perversa entro en juego y acabe escribiendo algo un poco subidito de tono y que por desgracia no puedo entregar para mi clase. No quiero que el profesor se asuste, es un poco mayor el pobre  y no se como se tomara un relato de estas caracterizas.

Así que cuando llegue a casa me puse a modificarlo y cambiar algunas cosas que no me convencían y me quedo algo que yo creo que es presentable.

Hay un pequeño acertijo, cosa rara, frase oculta... o como la queráis llamar. es bastante fácil  así que os dejo a vosotros para que lo adivinéis. Espero que os guste.

Nos vemos la semana que viene ^^

MARTES, 16 DE ABRIL DE 2013


CAPITULO ÚNICO


Martes 16 de abril de 2013. Quizás para vosotros solo sea un día más en el calendario. Otro de esos días en los que te tienes que levantar cuando aún no ha amanecido, echando pestes por que se te ha estropeado la cafetera y te has quedado sin la única fuente de energía que te puede ayudar a sobrellevar tu jornada laboral sin dormirte sobre tu escritorio. O quizás sea uno de esos en los que tú despertador, harto de que todas las mañanas le obligues a callarse de un manotazo, decide tomar venganza y cuando llega tu hora de levantarse no emite sonido alguno, mientras se ríe maquiavélicamente para sus adentros.

A mi modo de ver no era así. Para mí el martes 16 de abril de 2013 es un día especial, cargado de significado. Hace exactamente un año que mi vida dio un giro de 720 grados, si así es, digo 720 por que 360 suena demasiado cliché y no se acercaría ni a la sombra de lo que estoy buscando.

Recuerdo ese lunes, un 16 de abril de 2012. Acababa de salir del trabajo después de un duro día ordenando papeles tras el escritorio e ignorando las miradas burlonas que me dirigían mis compañeros. Normalmente yo sería el encargado de dar esas miradas a los que estuvieran sentados en sus mesas, pero desde la cagada en el último caso que me había asignado, mi jefe me había relegado indefinidamente a trabajo de escritorio. Ese día me dejaron salir antes de lo esperado, sino fuera porque era completamente imposible podría haber jurado que todo estaba preparado. Fue un día de lo más extraño.

Todos los lunes quedaba a comer con Carlos, mi  mejor amigo desde que ambos teníamos uso de razón y la persona de la que llevaba más de la mitad de mi vida enamorado. Nunca había pasado nada entre nosotros, ni un roce, ni una palabra fuera de lugar, ni una situación incómoda. Yo mismo me encargaba de ello, era mi deber como gay completamente encerrado en el armario mantener mi fachada baja y asegurarme de que nuestra relación no se rompía por culpa de mis sentimientos, de los cuales Carlos, no tenía ni la más mínima idea. También pesaba mucho el hecho de que podía considerar a mi amigo como el más heterosexual de la ciudad, todos los clubs y chicas de la ciudad había oído hablar en algún momento del demonio de ojos verdes. Nombre ridículo, lo sé, pero ¿Quién soy yo para luchar contra una masa de chicos y chicas con las hormonas desatados?

Era una leyenda. Y mi corazón bebía los vientos por esa leyenda con patas. Con ese cuerpo de infarto que cualquier culturista con dos dedos de frente moriría por tener, con ese pelo cobrizo digno de los mismísimos dioses que se riza alrededor de su cara, enmarcando unos expresivos ojos verdes con pestañas doradas y unos labios que toda persona a dos kilómetros a la redonda, se moría por probar.

Se de sobra lo que todos estáis pensando. Un chico como ese no puede existir en la vida real, tiene que tener algún fallo, una persona así solo sale en los cuentos de hadas. Y no puedo hacer más que daros la razón, pero muchas veces la perfección está en esa nariz torcida que ha estado rota más de una vez, en esas gafas de montura gorda que no se pone porque dice que le hacen parecer un nerd, en esa pequeña marca blanca que adorna su brazo izquierdo de aquella vez que se calló del columpio o esa forma tan peculiar que tiene de rascarse detrás de la oreja derecha cuando está nervioso. Quizá su perfección se basa en todos esos defectos que le hacen parecer humano.

Dejando de lado todo esto que no viene a cuento en mi historia, continuare donde lo había dejado. Ese lunes salí antes de trabajar, así que como no tenía ganas de esperar una hora a que Carlos se presentase para la comida llame a un taxi y le di la dirección de mi amigo. Sabía que iba a estar en casa, su trabajo no empezaba hasta las cuatro de la tarde, y teniendo en cuenta que no es una persona de mañanas, podía jugarme la mano y parte del brazo a que aún estaría metido en su cama durmiendo como si no hubiera mañana.

Inmediatamente después de tocar al telefonillo varias veces verifique mi teoría. Carlos continuaba en la cama. Saque las llaves de su casa del bolsillo trasero de mi pantalón. Las tenía desde que el mismo día en que el obtuvo su piso. Cosas de mejores amigos. Tampoco me extraño que no contestase cuando toque a su puerta.

Entré en su casa silenciosamente. En mi cabeza ya estaba elaborándose el plan perfecto para sacarlo de la cama y poder reírme de el por, al menos, tres días. El sorprendido fui yo cuando al entrar en su cuarto, le encontré completamente desnudo. La habitación olía a alcohol y la atmosfera estaba cargada. Era imposible conseguir una bocanada de aire fresco sin que el vodka o el ron se colasen en tu sistema. Me hubiera gustado poder decir que me comporte como una persona honrada haría, tapando su desnudez y saliendo de la habitación como si nunca hubiera estado allí. Pero como decía mi madre, la honradez no era uno de mis fuertes, y como decía mi hermana: haces más caso al cerebro de abajo que al de arriba. Así que allí me quede, embelesado con su cuerpo, recorriéndolo de arriba abajo con la mirada ávida, como un acosador. No podía apartar mis ojos de él, mi mente parecía desconectada de mi cuerpo. No estoy muy seguro de lo ocurrió en los siguientes segundos. No sé si hice algún ruido o si el simplemente se sintió observado, pero no pude moverme ni un milímetro cuando sus parpados comenzaron a temblar y su mirada esmeralda recorrió la habitación confundido.

Cuando sus ojos se enfocaron en mi supe que estaba completamente perdido. Al principio supe que no me había reconocido por la forma en que fruncía el ceño y luego una sonrisa aprecio en su cara y desapareció dos segundos después.  De nuevo miró a su alrededor, sin esperar palabras de mi parte, como si supiera que yo era incapaz de hilar dos letras seguidas. Sus ojos verdes se posaron en la ropa que yacía desperdigada en varias zonas inverosímiles de su habitación, podía jurar que un calzoncillo rojo de dibujos infantiles colgaba de su lámpara de noche. Luego volvió a fijarse en mí y en mi postura estática y como si de repente todo le llegara  a la mente miro hacia abajo, descubriendo su desnudez.

Indeciso volvió a mirarme a mí y luego a su cuerpo desnudo y como si le fuera la vida en ello, agarro la sabana azul claro que descansaba en un costado de la cama y se cubrió pulcramente con ella. Nuestras miradas se encontraron de nuevo y cuando hable sentí mi boca seca  y pastosa. “¿Se puede saber que ha pasado aquí?” me miro sin entender y sacudió la cabeza como si quisiera despejar su mente. “No pude” contesto y se quedó callado de nuevo con la cabeza gacha y los ojos cerrados. ¿No pudo? ¿Qué no pudo? No me dio tiempo a formular la pregunta, el mismo fue el que me respondió.

Salí con Karen después del trabajo. Llevábamos un tiempo el uno alrededor del otro como perros de presa. Más del que recuerdo, más del que he empleado nunca con una misma chica. Todo iba bien, mejor que bien. Cenamos en un hotel de cinco tenedores, esos que tan poco te gustan, y luego fuimos a uno de los clubs de la calle Anderson. Era perfecto, todo era como debía ser bebimos, bailamos, nos besamos… lo normal. Vinimos a mi casa, creí que no llegaríamos nunca, nos paramos en todas las farolas y esquinas que encontramos. Una vez que la tuve en mi cama, desnuda, con sus exuberantes pechos a la vista y algunos rizos dorados adornando su coño me di cuenta de que no podía. No eran sus ojos azules los que yo quería ni su cabello rubio esparcido por mi almohada era lo que yo esperaba ver. Ni siquiera su cuerpo era lo que buscaba. No era la primera vez que me pasaba, siendo realista hace ya cuatro meses que me encuentro en la misma situación. No pongas esa cara, no sabes lo mejor de todo. Los ojos que venían a mi cabeza eran marrones, como una taza de chocolate caliente, el pelo negro como las alas de un cuervo. Y el cuerpo… no se parecía en nada al de una mujer. ¿Desde cuándo las mujeres tienen pene? No lo entiendo, ¿Por qué es tu imagen la que me viene a la cabeza cada vez que intento echar un polvo?”

Escuche atentamente con los ojos abiertos y la mandíbula rozando el suelo. No podía creerme lo que estaba escuchando. “¿Te estas riendo de mí, verdad? Aun estas borracho” esa podía ser la única explicación a lo que me estaba diciendo. Su mirada parecía derrotada y la sonrisa permanente que llevaba a todos lados había desaparecido. No comprendí muy bien lo que estaba haciendo mientras apartaba las manos de su regazo, pero cuando mi fije bien me di cuenta de cuál era su problema. Después de todo era imposible pasar por alto una erección.

Inclínate. Míralo bien. Fíjate en lo que me pasa cuando me imagino tu cuerpo desnudo bajo el mío. Tus ojos mirándome con deseo tu pelo negro en mi almohada.  Solo con una imagen como esa, consigues lo que llevo intentado durante cuatro meses saltando de cama en cama. Intente olvidarlo, ignorar lo que estaba sintiendo pero no puedo más.  No lo entiendo. Cada vez que te veo mi cuerpo se revela solo y mi cara arde por miedo a avergonzarme ante ti. No sé qué me pasa y  tampoco soy capaz de describir lo que siento, pero sé que solo me pasa cuando estoy contigo, cuando pienso en ti.”

 “Sientes que tu mundo se basa en una sola persona, cuando despiertas por las mañanas solo tienes pensamientos para ella o él, tu corazón palpita fuertemente cuando sabes que está cerca, cuando habláis, cuando os abrazáis, cuando escuchas esos sobrenombres cariños que pronuncia y tu piel se pone de gallina. Cuando tiene miedo a hablar, a decir la cosa equivocada, a que se dé cuenta de lo que sientes y todo cambie entre vosotros, la relación se enfríe y se acabe rompiendo. Tienes miedo de salir herido. ¿Es eso lo que sientes? Por qué es lo que yo siento cuando estas cerca” Ya estaba todo dicho. Ahora la pelota estaba en su tejado. Le tocaba mover ficha.

Durante unos segundos no se movió, y yo creí que me había pasado. Que lo había perdido para siempre. Lo mire silenciosamente cuando se levantó de la cama, sin preocuparse por su desnudez. Yo sabía que no había ropa cubriendo su cuerpo pero mis ojos no se podían separar de los suyos. Ni podían ni querían. Se detuvo a escasos centímetros de mí, Nuestros alientos se encontraron y se acariciaron tal y como yo quería acariciarlo a él. “Te necesito. No entiendo lo que siento, pero te necesito como al aire” no me dejo espacio para responder, las últimas palabras las pronunció sobre mis labios. El beso verdadero comenzó cuando termino de hablar, Todo su cuerpo se apretó contra el mío y no me hizo falta mirar para saber que estaba excitado y que su polla se restregaba contra mis pantalones, a la vez que la mía buscaba el contacto de su pierna desnuda. “Dime que quieres esto, que no es solo un capricho” dije las palabras entre besos, como puede y con varios cortes, pero el pareció entenderlas a la perfección por que se separó y me miró fijamente. Sus ojos expresaban ternura, deseo, miedo  y algo más que no me atrevía a pronunciar por miedo a que fuera mi imaginación.

Extendió su mano derecha y la colocó sobre mi mejilla. Acaricio lentamente el lateral de mi cara, pasando el pulgar por mis labios hinchados y húmedos por los besos. Nuestros cuerpos permanecían presionados el uno con el otro, pero ninguno de nosotros se atrevió a moverse. “Quiero esto. Lo llevo queriendo desde hace más tiempo del que me atrevo a reconocer. No te puedo prometer que duraremos eternamente, pero sí que haré todo lo posible para ello” Era más de lo que esperaba escuchar de sus labios. Me lance de nuevo contra su boca y no opuso resistencia. La mano que continuaba en mi cara descendió y desabrochó los pocos botones de mi desgastado polo verde. Yo no sabía donde colocar mis manos. Había demasiada piel expuesta y necesitaba tocarla toda, no podía dejar ni un milímetro sin explorar. Cuando por fin mis manos se aventuraron a agarrar ese perfecto trasero, Carlos nos obligó a separarnos. Coloco una mano a cada costado de mi cuerpo y me hizo a alzar los brazos para sacarme el molesto polo por la cabeza. Sentí como mi cara enrojecía en el mismo momento que mi pecho quedaba al descubierto. Sabía que mi amigo jamás se había acostado con otro hombre, y que mis músculos y el poco bello que poseía en el torso no eran precisamente la cúspide de la feminidad. Mi mente que aún no terminaba de encajar lo que estaba ocurriendo me gritaba que me tapase y me fuera de allí, antes de que Carlos se diera cuenta de la situación y me echara de su casa, poniéndome a mí mismo en ridículo.

 “Alex… Dios Alex. No sabes cuánto he esperado a tenerte así entre mis brazos” Si tras esas palabras mi mente aún continuaba unida a mi cuerpo, esta desconecto en el momento en que sus manos recorrieron mi pecho mientras extraños gemidos escapaban de su boca. Cerré los ojos a la vez que sus labios volvían a cernirse sobre los míos y sus manos agarraban la cinturilla de mis pantalones, bajándolos a tirones por mis caderas sin molestarse en desabrochar los botones. Sus labios sobre los míos o me dejaron decir nada sobre la brusquedad de sus gestos, pero si hubiera podido hablar le habría animado a ir mas rápido. Sin dejar de mirarme a los ojos, se separó de mis labios y sus manos recorrieron mi culo, aun atrapado en los slips negros. Mi mirada seguía sin poder moverse, sabía que estaba desnudo, pero no podía dejar de pensar que si apartaba mis ojos de los suyos Carlos desapreciaría en una nube de humo. Sin romper el contacto ni un solo momento, su cuerpo descendió por el mío, hasta que sus rodillas tocaron el suelo y su boca quedó a la altura de mi polla que respondió contenta ante la  vista que se le ofrecía. Mis ojos brillaron también cuando me di cuenta de que desde esta posición Carlos no solo se veía totalmente sumiso, sino que entre todo el amasijo de sus músculos dorados era capaz de distinguir la cabeza purpura de su polla. No me di cuenta de que se había movido hasta que sentí sus manos en mis caderas. Hizo una pausa, minúscula, pero significativa, como si me estuviera pidiendo permiso para continuar. No se exactamente lo que vio en mi mirada, pero debió de ser lo que buscaba porque sonrió lascivamente y me guiño un ojo. No tarde mucho en descubrirlo.

Bajó mis calzoncillos lentamente, provocándome. No podía ver su cara, pero después de tantos años de conocerlo sabía exactamente que tendría una sonrisa de caballo, la misma que ponía cada vez que una travesura venía a su mente. Acerco su cara lentamente, saco la lengua y lamió el capullo de mi polla. No pude contener el gemido que salió de mi boca, No era la primera mamada que me daban, pero ver a Carlos arrodillado delante de mí lo hacía especial. No tuve que mover ni un musculo, sin que yo le pidiera nada se metió mi polla en su boca y comenzó su primera chupada de muchas. En esa posición la cara de Carlos quedaba algunos centímetros más abajo que mis testículos, así que cada vez que veía mi carne deslizarse entre sus labios, un gemido descontrolado escapaba de mi boca. No tenía mucha experiencia y era incapaz de tragarla toda pero cada vez que sus dientes rozaban la cabeza un escalofrío de deseo iba corriendo hacia mis huevos. Intente avisarle, de verdad que intente decirle que estaba en el borde, pero si se dio cuenta no se movió. Cuando la crema comenzó a salir por la cabeza de mi pene, vi que su cuerpo se tensaba. Solo fue un momento, inmediatamente se relajó y vi cómo se movía su garganta, tragando todo lo que mi cuerpo le daba. No sé cuánto tiempo estuve corriéndome aquel día, pero su boca no se separó de mí hasta que estuve completamente seco.

Respiraba ruidosamente mientras intentaba recuperarme del orgasmo, pero Carlos no me dejo ni dos segundos. Antes de que pudiera darme cuenta me tenía tumbado en su cama, con las piernas abiertas, acogiendo su cuerpo que se alzaba por encima del mío. Sus ojos brillaban, pero había miedo en ellos y eso era justamente lo que yo quería evitar. A pesar de la situación y del deseo que me recorría, sabía que si le obligaba a hacer algo así o él no estaba seguro de esto, luego nuestra relación podía ir a peor. “No tienes por qué hacer esto Carlos, no te estoy obligando a nada. Entiendo si no estás preparado y si te arre…” también sabía que no podía continuar con esa afirmación. No quería pensar en esa posibilidad.

Inclino la cabeza a un lado, como si quisiera adivinar que había estado a punto de decir. Siempre ha sido un chico listo, y sabe leer en mis ojos como su fuera un libro abierto, nunca he sido capaz de engañarle cuando me mira a los ojos, así que no me sorprendí cuando vi el entendimiento en su mirada. Lo que no me esperaba, fue la sonrisa sincera que me dedico justo antes de volver a descender y hacer que nuestros labios se encontrasen de nuevo. Esta vez fue diferente, más tierno, mas calmado y aunque suene a telenovela, yo creo que fue en ese momento en el que ambos nos dimos cuenta de los sentimientos que teníamos el uno por el otro. El contacto de sus labios contra los míos era diferente a cualquier otro que hubiera sentido nunca.

Lo quiero. Llevo esperando esto mucho tiempo, pienso echarme atrás en el último momento. Yo… yo solo no sé qué hacer” lo soltó de carrerilla y me costó entender a que se refería. Aunque tampoco estaba muy difícil. Estaba nervioso y asustado por que el nunca había estado con otro chico en su vida, y eso me pareció más tierno y bonito que cualquier te quiero que hubiera escuchado en mi vida. Esa cara con miedo y vergüenza era algo que solo yo había visto, y estaría gustoso de ser el único en verlo. Nuestra primera vez juntos iba a resultar un poco accidentada pero no la cambiaría por el mejor chico de compañía de esta mitad del mundo, y probablemente de la otra. Supe inmediatamente lo que tenía que hacer. Ignorando su cara de sorpresa y su mueca de pánico, nos gire sobre la cama, quedando yo arriba. Carlos miro hacia todos lados, como si estuviera acorralado y luego sus ojos se posaron en los míos y yo intente sonreírle lo más tranquilamente posible teniendo en cuenta la situación. No le deje emitir ningún sonido y me abalance sobre sus labios. Nuestras pollas se rozaron, la suya dura como el acero, demostrando que de verdad deseaba esto, y la mía comenzando a despertar con el contacto. Una de mis manos fue hacia el cajón de la mesita, como tantas otras veces, se dirigió completamente lubricada a mi ano. Primero un dedo, casi no sentí la intromisión, y rápidamente agregue otro.

Durante la preparación mis labios no se separaron de los de Carlos y sus manos se alzaron y comenzaron a recorrer mi espalda y bajar hasta mi culo. Cuando sintió mi mano en aquel lugar su cuerpo se tensó como un resorte y se separó de mí. De nuevo, me miro sorprendido y luego sonrió agradeciéndomelo. “¿No te duele?” parecía realmente preocupado y eso fue lo que me llevo a sacar los dedos de mi culo. Cogí su mano, la que estaba más cerca, y embadurne dos de sus dedos sin apartar mi mirada de a suya. No parecía muy convencido cuando los introduje en mi ano y comencé a moverlos, guiados por mi mano. “Muévelos, estírame para que pueda sentirte en mi interior” no se esperaba esas palabras, pero no se apartó ni se detuvo, sino que aumento el ritmo y empezó a joderme con dos dedos. No hizo falta que los moviera mucho, al poco tiempo ya me sentía estirado y vacío. Saque sus dedos y cogí su polla con la mano. Los ojos de Carlos parecían salirse de sus orbitas a medida que su miembro iba entrando en mi ano. “Dios… estas demasiado apretado… no voy a aguantar” murmuró entre dientes con los ojos cerrados.

Esperé unos minutos hasta que me acostumbre a su anchura, cosa que no fue nada fácil a pesar de la preparación. Comencé a moverme de arriba abajo lentamente al principio aumentado el ritmo a medida que me sentía más cómodo. Cada vez que la cabeza de su polla rozaba mi próstata un grito salía de mi garganta. Las manos de Carlos agarraban mis caderas y podía jurar que sus dedos dejarían marcas más tarde, me sentí orgulloso de ser capaz de hacerle perder el sentido de esa manera. Sabía que estaba a punto de llegar, su respiración era irregular y sus palabras habían dejado de tener sentido hacia tiempo. Aumente mis sacudidas y con el poco raciocinio que me quedaba use mi mano para apretar mi polla que lloraba por atención.  Cuando el orgasmo recorrió mi espalda y bajo a mis huevos, grite. Grite como no lo había echo en mi vida. Mi culo se apretó sobre la polla de Carlos y puse sentir cada vena y cada depresión de su carne en mi interior. No recuerdo mucho más de aquel encuentro, ya que me quede completamente dormido entre sus brazos. No es algo de lo que este orgulloso pero se, por fuentes fiables (él), que él también se quedó dormido al poco tiempo. El semen seco en nuestros cuerpos era la prueba de ello.

Desperté un poco desorientado. Aquella no era mi habitación, así que mi primera reacción fue tensarme, y teniendo en cuenta que los rallos del sol entraban por ventana y que el despertador de la mesita marcaba las tres de la tarde la confusión aumento considerablemente. Siempre dicen que tardas tres segundos en recuperar la conciencia después de despertarte, y puedo asegurar que tienen razón, por que fue exactamente lo que yo tarde en comprender que había un cuerpo apretado contra mi espalda. Carlos.

Obviamente, mi primera reacción fue apretarme más contra él, y volver a dejarme llevar por el suelo, pero la certeza de lo que había pasado horas antes me impedía volver a cerrar los ojos. Necesitaba saber que era lo que él pensaba o si se arrepentía de ello o si quería repetir. Necesitaba oír su voz. “Piensas mucho, duérmete” los brazos que me rodeaban se apretaron más a mí alrededor y una boca caliente presiono un beso contra mi espalda. “No puedo…yo….yo necesito saber…” esta vez recibí un mordisco en un hombro “Shhh. Solo quiero abrazarte, no voy a dejar que te me escapes” No era una declaración de amor, y tampoco una promesa de futuro, pero me sirvió. En ese momento, creo que era todo lo que necesitaba.

Sonreí y me acurruqué de nuevo en su calor. Sus brazos me apretaron de nuevo y una de sus manos recorrió mi cadera varias veces antes de detenerse de nuevo a la vez que su respiración se ralentizaba. Volvía a estar dormido y yo tarde en seguirle. No fue como en los cuentos de hadas, no me declaró su amor como el príncipe de un cuento, pero dijo algo que me llego mucho más que eso “Quiero estar contigo, despertar a tu lado, verte a todas horas, cogerte de la mano y besarte cuando me apetezca. No sé si esto durara y tampoco sé lo que siento, pero sé que no te quiero perder” 

Mentiría si dijera que a partir de aquel día todo fue un camino de rosas. La vida no es tan fácil, y mucho menos para una pareja homosexual. Rompimos más veces de las que puedo recordar, pero nuestros enfados no duraban mucho tiempo, y la reconciliación era fantástica. Hubo muchas rocas en nuestro camino y a veces no podíamos rodearlas y acabábamos estrellándonos contra ellas, pero siempre íbamos juntos y creo que eso fue lo que nos salvó.

Intentamos que la relación funcionara, ninguno de nosotros se planteó rendirse aunque los primeros meses fueron difíciles, Mis padres no lo aceptaron fácilmente y nos costó bastante tiempo que volvieran a dirigirme la palabra. Al principio solíamos ir a comer un día a la semana, pero lo dejamos cuando comprendí que jamás aceptarían a Carlos como mi pareja formal. Fue un golpe duro, pero no podía dejar que sus prejuicios afectaran a lo que había estado buscando toda mi vida. Además, no estaba solo, le tenía a él.

Los padres de Carlos reaccionaron mucho mejor de lo que pensábamos cualquiera de los dos. Ambos alegaron que llevaban demasiado tiempo esperando a que su hijo encontrara a la persona correcta y dejara de ir de flor en flor. No les importaba el sexo de esa persona, para ellos el amor era amor y nada más. Seguramente aquel día perdí a mis padres, pero los de Carlos me acogieron como un hijo más. Aun así, la herida todavía no ha cicatrizado y a veces escuece.

Todo un año ha pasado desde entonces y soy incapaz de encontrar un solo día en el que  cualquiera de los dos se arrepienta de lo que paso esa mañana en su casa. Cuando miramos al pasado, nos lamentamos de lo tontos que fuimos por no dar el paso años antes, por callar durante tanto tiempo. Aunque posiblemente las cosas habrían salido de manera diferente, y quien sabe si seguiríamos juntos aun.

Recuerdo un día con mayor intensidad, creo que fue especial para los dos. Carlos nunca fue muy tímido, pero tampoco era muy dado a las muestras públicas de afecto, y mucho menos si era con otro hombre. Nunca se lo eche en cara, entendía de sobra sus frustraciones y los problemas que nos podía acarrear. Además no nos hacía falta demostrar ante nadie lo que sentíamos por el otro, con saberlo nosotros mismos sobraba. Y ahí era donde estaba el problema. Yo no lo sabía. Llevábamos más de cinco mieses de relación y aun no me había dicho lo que sentía por mí. Así que aquella tarde en la bolera, cuando una chica comenzó a ingresarse por mí no me esperaba lo que Carlos estaba a punto de hacer.

Encamino sus pasos hacia la barra donde Alicia y yo charlábamos tranquilamente. No venía con cara de buenas pulgas, pero ninguno de nosotros se dio cuenta hasta que coloco un brazo sobre mis hombros y me pego a su costado. “¿Podrías dejar de babear sobre MI CHICO? Es mío y no pienso soltarlo en mucho tiempo.”

Creo que no hace falta que os describa cual fue la reacción de Alicia ante sus palabras, aunque si expresión fue lo más gracioso que había visto en mucho tiempo. Desde aquel día, nadie más se atrevió a acercarse a mí y yo supe, sin necesidad de oírlo, que me quería. Como ya dije muchas veces, no es una gran declaración de amor, pero a veces vales más los actos que las palabras.

Estamos juntos en el sofá, viendo una película, el uno en los brazos del otro. Es nuestro aniversario y ninguno se ha atrevido a decir nada aun. Sé que él ha querido hablar de ello, pero cada vez que está a punto de hacerlo se pone rojo como un tomate y cierra la boca. Su vergüenza me provoca gracia, pero no me río porque no quiero que se sienta mal. La caja en la que guardo su regalo se está clavando en mi espalda y creo que no tardare mucho tiempo en dárselo. Me está empezando a dar pena y cada vez parece un poco más verde. ¿Mejor no le dejo sufriendo verdad?



5 comentarios:

  1. Muy bueno el relato, me ha encantado, quizás a tu profesor le hubiese gustado también ; ) pero mejor que haya sido para el blog, así hemos podido disfrutarlo tus lectores. Muchas gracias por compartirlo.

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  2. "martes dieciséis de abril de dos mil trece" jajajaja la verdad que no soy buena con los acertijos y mucho menos con las palabras ocultas, nos la dejaste fácil jajaja :)
    muchas gracias por el relato jajaja me hubiera encantado ver la cara de tu maestro si le hubieras entregado el relato jajaj ♥

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  3. Me ha gustado mucho el relato es muy dulce.A mi tambien me hubiese gustado saber la reaccion de tu maestro, creo que seria de antologia jajaj. Gracias por compartir tu trabajo con nosotros

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  4. Holaaa me encantooo!!! Fue unrelato maravillosa...y como cuenta que. tuvieran un montón de obstáculos que superar y lo hicieron juntos! Me gusto y gracias! Besos enormes!

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  5. Me gustó mucho el relato, Muy simpatico y dulce.

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